domingo, 16 de septiembre de 2007

Nazco

Abro los ojos y sólo veo un calor húmedo y lleno de vapor como si una cazuela humeante y tibia se escurriera delante de mis ojos. El olor de mi madre también me sabe caliente, metálico, salado. Me agarro a su cuerpo exhausto y húmedo y absorbo la vida con mi boca. Me limpia con un caldo calido que se llama agua, y mi piel reluce como la de un caballo recién cepillado. Veo colores puros y primitivos, rojos, azules y amarillos y por una cicatriz en nuestra cabaña entra una luz que hace vibrar toda ese pequeño universo, mis ojos se empañan por un momento y por un momento también me hago consciente de mi misma pero se esfuma de golpe, no dejará huella, sólo después de 50 años aparecerá de golpe como un recuerdo tan nítido que de no haberlo vivido yo misma solo me queda pensar que se lo he robado en un alambicado proceso de sustración, a una niña africana.

1 comentario:

Anónimo dijo...

ES UNA FOTO PRECIOSA. ME HA HECHO RECORDAR COMO ABSORBIA HASTA LA ULTIMA GOTA DE LECHE CONDENSADA DEL TUBO. UN BESITO SIGUE ESCRIBIENDO CONCHA.