martes, 21 de agosto de 2007

Billete de ida

Todavía inmersa en mi último viaje a la capital de España para reencontrame con mi parte africana y sin apenas tiempo para escribir largo o “colgar” algunas fotos, otra noche insomne me proporcina la posibilidad. Me precipito a hacerlo como parte de un sueño que no se decide a tumbarme ¿ o sí? porque veo de pronto otra vez la estación del metro de la Av. América y allí aparecen dos toubabs, -en otro momento pondría una "pareja" de toubabs refiriéndome a un par de personas cualquiera... pero no quiero dar lugar a retorcidas interpretaciones. Curiosamente uno es blanco y el otro negro. Que extraño verlos materializarse en ese lugar tan artificial, tan normal en las grandes ciudades, tan impropio de esos contornos conocidos. Algo no cuadra, ellos estan fuera de lugar, falta la constante arena en los pies y los baobabs y el viento wolof y... Espera ¿seran un espejismo de mi deseo? ¿Un sueño poco elaborado? no,no,no, sin duda son ellos a pesar de que el escenario es otro. Sus abrazos, sus besos, sus voces, sus risas, su cariño, mi cerebro los reconoce, son ellos. Y si otras veces hacíamos el camino a Mbacke, o nos apretujabamos en furgonetas o buses o nos decidíamos a marchar casi de noche los 12 kilómetros desde Touba hasta el centro, ahora nos transporta una maquina infernal subterránea, llena de botones y artilugios que no comprendo. Mientras bromeamos y reímos con cualquier historia, hago tonterías con el separador que está instalado cada dos asientos en esta máquina transportadora, me siento incómoda teniendo que coger el dichoso chisme que de alguna forma me separa de ellos al hablar.

Salimos al exterior. El paso de toubab María es realmente ágil y precipitado, digno de una atleta y nos arrastra por un Madrid especialmente tranquilo como si fueramos la estela de una estrella fugaz y a mí con el corazón galopando y amenazandome con taquicardias. Una de dos o es su paso acelerado o es la emoción. Llegamos ¿Ah sí? ¡Conque esas tenemos¡ Venga -me digo- si tan entrenados están, subimos los seis o siete pisos por las escaleras en lugar de hacerlo por el ascensor. Angelitos míos, no rechistan. Ajá, ahora no parecéis tan rápidos, porque voy la primera y les estoy dejando atrás. Por lo visto se me dan mejor las escaleras. Al rato comenta María que parece como si siempre nos encontráramos en el mismo tramo de la escalera. Nos habíamos metido en una especie de trampa (imaginaba) en la que no teníamos escapatoria porque tanto si subíamos como si decidíamos volver a bajar siempre habrían escaleras que recorrer, como si estuvieramos atrapados en uno de los dibujos imposibles de Escher, sí, hombre, ese que dibuja escenarios imposibles entre ellos escaleras que no sabes si subes o bajas y que no tienen escapatoria. Pero no, casi sin resuello llega el fin de este serpentín con tres puertas: solarium, terraza, piscina y me quedo dubitativa, pensando que quizá sea parte de la trampa que se fraguó al decidir subir por las escaleras y temo que si no acierto acabemos precipitándonos al vacío o tal vez se trata de un concurso para dar con la que puerta que tiene detrás el premio. Decidida empiezo a empujar una de ellas pero... Mierda, nunca acierto. ¿Por dónde vas? Esperaaaa... Moctar me detiene con su mano y con esa sonrisa picarona de "pequeño senegalés" justo antes de caer al vacío ¡Uf¡, esta vez si que he estado cerca. "Por aquí, Concha" Y sí, es verdad, en esta otra hay premio.

Desde luego el mundo está cambiando, yo nunca había estado en una azotea de esas características. Las azoteas que yo recuerdo o terrados son del más puro estilo mediterráneo, con tendederos para colgar la colada, su antepecho encalado, el suelo rustico y un acceso con su casetilla techada. Esta azotea no tiene nada que ver, es moderna, pulida, geométrica, y hay dispuestas unas velitas encima de los guijaroos de un repecho que bordea una parte de la azotea y que incitan a algun conjuro, solo faltaría el macho cabrío de aquella azotea, sí, en otros lugares del mundo existen o al menos lo he soñado. A ver, entenderme, que no haya malas interpretaciones, esto es un sueño, una fantasia o una reinterpretación de la realidad. ¿Cómo iba yo a encontrarme con machos cabríos en azoteas? ¿Quién está tan poco cuerdo para hacer subir allí a una cabra? Así que lo que cuento poco tiene que ver con la llamada realidad o yo mismamente estaría como una cabra "en una azotea" si me estuviera refiriendo a esos bichos que miran como el diablo y te convencen como los angeles ¿o era al revés?
Si es todo broma, ya me conocéis. Pilar se enfadaba conmigo cuando me daba por hacer chanzas en las reuniones nocturnas, en nuestro círculo sagrado. O esa noche increíble con Eloy, Miquel, Xabi y Arantxa en la que nuestra charla inteligentemente divertida nos provocaba un alud de risas y carcajadas que no dejaban dormir a los moradores de la terraza inferior y tuvo que subir a la azotea Lena para llamarnos la atención ¡atención, atención¡ aunque creo que le hubiera gustado más llamarnos... de todo y nosotros -perdóname Lena-, todavía nos dio más la risa porque se habían cambiado los papeles; ahora era una chica de 20 años "con cresta" la que nos reñía a unos "medianamente" maduritos por no dejarles dormir. Hacía muchísimo tiempo que no me reía así, fue un regalo que me llevo puesto para destaparlo de vez en cuando.

Lo primero que hago además de recobrar el aliento, es mirar al cielo, no es Senegal, no es Gumiel de Izán, sí señor es Madrid. No hay nubes, así que no hay peligro de que aparezcan esas características nubes rojizas propias de las urbes. El cielo tiene una tonalidad deslavada mezcla de cyan y magenta y se ve un horizonte de tejados repletos de antenas y una luna bajera brilla entre ellas pero pronto decide a desaparecer de la escena. “Tú te lo pierdes”. En esta especie de atalaya moderna, espacio robado al aire y a la tierra -que no se enteren las inmobiliarias- reconozco nuevas caras de toubabs, blancas y negras. Veo a ... ya no veo nada, me temo que estoy a punto de despertar de un momento a otro y no quiero que me pille asomada delante de esta ventana que llaman pantalla. Mañana sigo.
CONCHA

1 comentario:

Anónimo dijo...

JO CONCHA, QUE DON DE PALABRAS TIENES, SE ME PONEN LOS PELOS DE PUNTA, Y NO EN CRESTA COMO LENA JEJE. SIGUE ESCRIBIENDO NOS TIENES ENGANCHADOS. TODOS LOS DIAS ABRIENDO TU BLOG PARA VER SI HAS ESCRITO. ERES GENIAL UN BESO. DIDI DESDE TALAVERA